Volver al Hogar a Través de los Árboles

Para mí, cada momento de relajación y meditación es mucho más que un simple descanso: es un viaje de retorno al hogar, a ese espacio interno donde la divinidad habita, donde el alma recuerda quién es. Hoy, al cerrar los ojos y rendirme a la quietud, me encontré en medio de un bosque espeso y majestuoso. Todo era sombra y misterio, salvo por un claro iluminado por tenues rayos de sol que se filtraban entre las copas de los árboles. Esa luz no era cualquier luz… era como si descendiera directamente desde el corazón de Dios.

Me detuve allí, en silencio, y entonces ocurrió algo mágico: los árboles comenzaron a hablarme.

Sus voces eran profundas, como ecos antiguos que parecían surgir del centro mismo de la Tierra. No eran palabras como las conocemos, sino vibraciones que mi alma comprendía con total claridad. Me hablaron de la presencia divina que habita en todo: en la naturaleza, en los animales, en nuestro cuerpo físico, en el cuerpo energético… en cada partícula del mundo.

Me recordaron algo esencial: que el alma jamás olvida de dónde viene. Ella lo sabe. Ella lo recuerda todo. Pero vivimos tan distraídos, tan inmersos en el ruido constante de la sociedad, de las pantallas, de la velocidad de lo externo… que dejamos de escucharla.

Los árboles me dijeron:
“Todo lo que necesitas está en ti. El Creador no te envió al mundo sin su voz dentro de tu corazón. La naturaleza es el puente, es el espejo. Aquí no hay olvido, aquí solo hay verdad.”

Fue un encuentro sagrado. Sentí una paz tan profunda, una claridad tan inmensa… como si todo lo que había olvidado regresara en ese instante. Me sentí abrazada por la sabiduría de los siglos, por la memoria viva de la Tierra.

No sé cuándo volverá a suceder, pero sé que lo hará.
Y mientras tanto, me quedo con el recuerdo, con la certeza de que el hogar no está lejos…
El hogar vive en mí.