Un Encuentro con San Rafael: La Voz de la Naturaleza y la Sanación

Después de mi conversación con Jesús, sentí el llamado de buscar a San Rafael Arcángel. Sabía que estaba cerca, y al adentrarme nuevamente en el bosque, lo vi. Su presencia irradiaba sanación y equilibrio, envuelto en una luz verde esmeralda que parecía vibrar con la misma esencia de la naturaleza. El aire era fresco y puro, y el sonido de las hojas al moverse con el viento parecía entonar una melodía celestial.

Me acerqué con respeto, y antes de que pudiera hablar, San Rafael me miró con dulzura y me dijo:

“Si quieres escuchar a la naturaleza, honrala.”

Sus palabras quedaron resonando en mi interior. Confundida, le pregunté:

“¿Y cómo hago eso?”

Él sonrió suavemente, como quien está a punto de revelar un gran secreto.

“Es más simple de lo que crees. Tómate el tiempo para observarla, sentirla, amarla. Ella es parte de ti, como tú lo eres de ella. La naturaleza es antigua y sabia, como una abuela que todo lo sabe. Su sabiduría proviene de un alma pura, una chispa divina de Dios, creada para dar hogar a muchos de Sus hijos. Pero la clave no está en tratar de entenderla con la mente… la clave está en sentirla.”

Hizo una pausa, dándome tiempo para asimilar sus palabras. Miré a mi alrededor, y el bosque parecía vibrar con una nueva energía, como si esperara ser reconocido, ser sentido.

“Cuando intentas escucharla con tus oídos físicos y presionas para captar su voz, te frustrarás, porque el mundo espiritual es sutil y profundo a la vez. Pero si te sintonizas con tus sentimientos, con el lenguaje del alma, entonces todo cambiará. El viento no solo soplará, te hablará. Los ríos no solo correrán, te susurrarán historias. Los árboles no solo estarán de pie, te abrazarán con su energía. La naturaleza no espera ser comprendida, solo ser amada. Y cuando la honras, ella te responde.”

Guardé silencio, dejando que sus palabras penetraran en mí. Fue entonces cuando San Rafael continuó, y sus siguientes palabras tocaron otra fibra en mi corazón:

“La naturaleza también sana. Ella no solo es un refugio de paz, sino un canal de sanación. Así como el agua limpia y purifica, así también el alma puede renovarse al sumergirse en la energía de la creación. Cada árbol, cada planta, cada flor, tiene un propósito. Algunas sanan el cuerpo, otras calman la mente, y muchas restauran el espíritu. Si permites que la naturaleza te abrace, ella restaurará lo que dentro de ti necesita equilibrio.”

Su mirada era serena, y al instante comprendí que no se trataba solo de escuchar a la naturaleza, sino también de permitir que su energía fluyera en mí. Me invitaba a abrirme a la sanación a través de ella.

“Cuando camines entre los árboles, pídele a la tierra que libere lo que pesa en tu corazón. Cuando sientas el agua, deja que se lleve tus preocupaciones. Cuando el viento acaricie tu rostro, permite que despeje tu mente. Todo en la creación está dispuesto a sanarte, solo tienes que abrirte a recibirlo.”

Me quedé en silencio, sintiendo cada palabra en mi corazón. Sus palabras no eran solo enseñanza, eran una invitación. Cerré los ojos y respiré profundamente, permitiendo que el sonido de la naturaleza penetrara mi ser de una manera nueva. Era como si, por primera vez, la estuviera escuchando de verdad.

San Rafael me observó con paciencia y ternura. Sabía que había comprendido. Antes de retirarse, dijo con suavidad:

“Recuerda: la naturaleza es un libro abierto, pero solo quien observa con amor puede leerlo. Y en sus páginas, encontrarás la sanación que tu alma necesita.”

Al abrir los ojos, sentí una profunda conexión con todo lo que me rodeaba. Ya no veía solo un bosque, veía vida, veía amor, veía la presencia de Dios en cada hoja, en cada brisa, en cada rayo de luz filtrándose entre las ramas.

Desde entonces, cada vez que camino entre la naturaleza, lo hago con un nuevo propósito: escucharla, sentirla, honrarla y permitir que su sanación fluya en mí. 💚✨