Semillas de Luz: Un Encuentro con el Arcángel Rafael
Hoy, en uno de esos momentos sagrados de oración y silencio interior, pedía a los seres de luz que me guiaran, que me mostraran si había algún mensaje que desearan compartir. Y en ese instante, apareció Él, el dulce y amoroso Arcángel Rafael. Como siempre, lo vi rodeado de naturaleza, en ese campo de trigo dorado que tanto me conmueve, un lugar de quietud que, aunque intente describirlo, siento que las palabras se quedan cortas.
Nos sentamos, y su presencia como siempre fue medicina para mi alma. Me miró con ternura y comenzamos una conversación profunda. Hoy quiero compartirte un fragmento de ese encuentro, junto a un ejercicio que, en sus palabras, puede convertirse en un canal de liberación y sanación. Yo misma me he comprometido a realizarlo.
Rafael: “Las personas necesitan liberación… pero pocos saben cómo hacerlo.”
Yo: “¿Y cómo se hace eso, Rafael?”
Rafael: “Tocando la puerta de su corazón. Permitiéndole abrirse y dejar que todo lo que han estado reprimiendo por tanto tiempo fluya. Ya sea a través de las palabras, de la escritura, del llanto… cuando se libera y se abren esas puertas que han mantenido cerradas durante años, ya han dado el primer paso para sanar. Ahí comienzan a permitirse ser quienes realmente son.”
“Las personas necesitan tanto amor de sí mismas… Dentro de cada ser hay una luz pequeñita que aún late, esperando con anhelo ser descubierta y abrazada.”
En ese momento, recordé que al inicio de mi meditación, le había preguntado qué mensaje quería compartir hoy, y él simplemente me dijo: “Semillas.”
Rafael: “Sí, semillas de luz, querida Ingrid. Quiero que compartas este ejercicio, y que también lo lleves a cabo. No es la primera vez que te hablo de la sanación que hay en la naturaleza. Si aprendes a relacionarte con ella desde el alma, verás cómo reacciona a tus emociones, a tus pensamientos, a tus palabras.”
“Consigue una planta pequeña, o si lo prefieres, una semilla. Si te sientes guiada a verla crecer desde cero, elígela con amor. Si ya es una planta jóven, también está bien. Pero escógela no por su belleza, sino por lo que sientes cuando la miras. Esa planta representará tu luz, tu esencia, tu yo interior.”
“Colócala cerca de ti. Y cada día, háblale como si hablaras contigo misma. Dile: Tú puedes, eres valiosa, estoy orgullosa de ti. Riega su tierra como riegas tu alma. Cuídala como aprenderás a cuidarte.”
“A la vez, tendrás que aprender a reconocer y cortar con ternura la maleza de tu corazón. La maleza son los pensamientos que no te dejan crecer, las emociones no procesadas, las palabras no dichas, las heridas no sanadas.”
“Hazlo con paciencia, con constancia, con amor. Porque así como tu planta crecerá hacia la luz, también lo hará tu alma.”