Oración desde el Alma: Mi Encuentro con Jesús
Hoy, necesitaba detenerme. Mi cuerpo lo pedía a gritos. Tras varios días ocupados y llenos de responsabilidades, sabía que lo que realmente necesitaba era orar y conectar con Dios. Por eso no fui al gimnasio; hoy mi corazón necesitaba algo más profundo, necesitaba encontrarme contigo, Señor.
Cuando terminé de hacer mi Rosario de Liberación, me vi frente a Ti, Jesús. No lo esperaba, pero ahí estabas… y de lo más profundo de mi alma brotaron estas palabras:
“Señor, estoy aquí…
Aquí está mi oración, mi ser mismo. Vengo sin máscaras ni disfraces, sin pretender ser algo que no soy, porque sé que Tú me conoces muy bien. Me conoces en mis fortalezas y también en mis debilidades. Me miras tal como soy, y por eso hoy me entrego a Ti total y plenamente. Porque sé que es aquí donde pertenezco.
He aprendido a amarme como soy. Me he reconciliado con mi pasado, he sanado mis heridas y en cada paso que he dado, siempre has estado tú. Desde el inicio, Señor, has caminado a mi lado, acompañado de tus santos ángeles, mis hermanos en la luz.
Hoy reconozco una vez más que te necesito… no porque espere que me des algo, sino porque en Ti he encontrado la paz que mi alma anhelaba. Y esa paz, Señor, no quiero perderla. Es la paz que con los años he logrado cultivar gracias a cada enseñanza que has puesto en mi vida, gracias a tu presencia amorosa que nunca me ha soltado.
Gracias, Jesús… porque a través de innumerables formas, especialmente de la mano de tus ángeles, me has guiado y me sigues guiando. Cada paso que doy lleva tu amor impreso.
Hoy no vengo a pedirte nada… hoy solo quería decirte que soy feliz. Que mi corazón está en paz, que mi alma está llena de luz y que quiero ser precisamente eso:
Paz. Luz. Yo misma.
Quiero compartir todo lo aprendido, ese amor que has sembrado en mí, para que llegue a quienes me rodean y a todas aquellas personas que tú decidas enviar a mi vida.
Estoy aquí, Señor… solo para ser quien soy: tu servidora, dispuesta a caminar junto a mis hermanos y a este maravilloso mundo lleno de seres extraordinarios que, como Tú, nos guían y nos aman.
Gracias, mi Señor. Gracias, mi Jesús.