Mensaje del Arcángel Miguel: Más Allá de los Límites
Hoy, mientras recitaba la Coronilla del Arcángel Miguel, viví una de esas experiencias que el alma nunca olvida. Lo vi, una vez más, pero esta vez su presencia era distinta: iba vestido de un blanco resplandeciente, puro como la luz misma. Su sonrisa era tan grande, tan dulce, tan amorosa… que sentí como si todo mi ser se abrazara a su energía.
Se sentó a mi lado, en ese espacio sagrado al que suelo ir cuando entro en profunda oración y meditación. Un lugar que no es físico, pero que mi alma reconoce: un santuario de luz, de calma, de profunda conexión con lo divino. Y mientras lo hacía, una paz inmensa se derramó en mi corazón. Esa paz aún permanece mientras escribo estas palabras.
Entonces, me habló:
“Los límites están aquí…” —dijo señalando su cabeza—, “pero no hay límites aquí…” —y luego colocó su mano sobre su corazón.
“Pregúntale, y lo verás. Para Dios no hay imposibles, mi querida Ingrid. Es ahí, en el corazón, donde lo sientes, donde conectas con Él, con este lugar. Él te permite sentir, amar, y vivir a través de esa chispa divina de la cual eres parte… esa chispa que proviene de Dios mismo.”
Su voz era suave, como un canto celestial que acariciaba el alma. Pero también firme, clara, como quien sabe que habla a un corazón listo para despertar.
“Permítete ser. Deja al corazón correr libre. Deja que siga su intención más elevada. Amalo. Abrázalo. Porque cuando lo haces, es como si tú misma te envolvieras en amor.”
“Mira hacia adentro. Ahí te darás cuenta de que los límites son solo mentales, creencias que tú misma has creado a partir de lo que ves reflejado en la sociedad. Así que… deja que tu reflejo sea otro. Crea una nueva imagen, una nueva historia, un nuevo comienzo desde el corazón.”
“No te diré que será fácil… El miedo puede llegar. Pero que no te detenga. Que tu amor, que tu pasión… sean más fuertes. Te garantizo que te sorprenderá la cantidad de milagros que esto traerá tras de ti.”
Me miró con una ternura infinita y me preguntó:
“¿Me crees? ¿Lo intentarás?”
En ese instante supe que esa pregunta no solo era para mí… también era para ti, para quien está leyendo estas palabras.
Y al final, como si pudiera ver más allá de mis palabras, me dijo:
“Sé que tu alma lo comprende. Lo siento. Lo veo. Pero es tu mente la que tardará un poco más en procesarlo. No te presiones… sigue a ese hermoso corazón tuyo.”
Hoy, me quedo con esta verdad luminosa: los límites no existen en el corazón. Allí está Dios. Allí habita la libertad, el amor y la verdad más profunda.
Y tú, que estás leyendo esto, ¿te atreves a creerlo también?

