Encuentro con Lucy – Un Mensaje de Amor Eterno
Esta mañana, después de concluir mi Rosario de Liberación con Jesús, me encontré nuevamente en ese espacio sagrado donde las memorias del alma florecen. El paisaje que se desplegó ante mí era bellísimo: una playa de arena blanca, suave y resplandeciente, el mar se extendía en un turquesa profundo y brillante, mientras el viento mecía las palmeras que danzaban al ritmo de la brisa.
Allí estaba Lucy, esa mujer guardiana que se ha manifestado en mis meditaciones, esperándome. Su cabello blanco y largo ondeaba con el viento, vestía una túnica gris lila que parecía fluir como el agua misma. Estaba apoyada en un árbol solitario junto al mar, con una expresión serena y amorosa, como si me hubiese estado esperando desde siempre.
Su sonrisa, llena de dulzura, me invitaba a acercarme, y así lo hice. Cuando llegué a su lado, me tomó de las manos con una ternura infinita y las apretó ligeramente en señal de felicidad por mi llegada. Sus ojos grises brillaban con un amor que trascendía lo físico, se sentían antiguos y llenos de sabiduría.
Entonces, Lucy hizo algo que me tomó por sorpresa: me tocó el entrecejo suavemente, y luego juntó su frente con la mía. En ese instante, un sentimiento de amor me envolvió por completo, sentí una calidez y paz indescriptibles, como si una ola de luz me recorriera el cuerpo.
Lucy habló con una voz tan suave y poderosa que sentí cada palabra en mi corazón:
“Hay tanta luz en ti, siempre has sido así, un corazón radiante de amor. La oración siempre ha sido la luz de tu corazón, siempre has estado en la presencia de Dios. No importa cuántas veces regreses a este mundo, puede que lo olvides al principio, pero ese deseo por la oración siempre ha estado latente. Porque la palabra nacida del alma, del corazón, siempre encuentra el camino y se manifiesta.”
La miré con los ojos llenos de lágrimas y le confesé:
—Últimamente me cuesta estar en el mundo, siento tanta energía, tantas emociones que me abruman, se me hace difícil, pesado… mi alma y mi cuerpo me piden regresar aquí contigo.
Lucy me miró con amor y acarició mi rostro.
“Es porque cada vez más te conectas con este lugar,” dijo con ternura. “Este espacio es una memoria grabada en tu alma, un mundo entre lo físico y lo espiritual. Es tu puerta. La vibración de este lugar es parecida a como tú estás vibrando ahora, es como nutrientes para una planta en crecimiento. Ten presente que puedes volver aquí cada vez que quieras y llevar esa energía a tu entorno. Por eso el deseo de limpiar, de dejar ir lo que ya cumplió su propósito.”
Sus palabras me llenaron de una paz profunda, y pude ver en sus ojos un amor tan puro que las lágrimas volvieron a brotar. Ella, como si comprendiera mi emoción, me miró con dulzura y acarició mi mejilla.
“Siempre has sido así, tanta luz… no debes temer, déjala ser, muéstrala al mundo. Ya no es como antes, mi pequeña. La luz siempre encontrará el camino al corazón de Dios. Lo sientes, ¿verdad?”
No pude evitar llorar al escuchar esas palabras. Había tanto amor en su mirada que me envolvió completamente. Sentí un calor en mi pecho, como si un abrazo invisible me sostuviera.
Lucy sonrió con esa ternura que la caracteriza y agregó:
“Eres muy amada por los seres de luz, que tu corazón jamás cambie, mi querida Ingrid. Siempre te he observado, y es ahora, en este momento, cuando se te ha permitido que nos volvamos a encontrar en este espacio sagrado y recordar quién eres y quien soy.”
Me quedé en silencio, sintiendo su amor, y casi sin querer, le dije:
—Hay tanto amor en tus ojos…
Ella sonrió aún más y respondió:
“Es porque te amo, mi niña.”
Sorprendida por su respuesta, le pregunté:
—¿Por qué?
Y Lucy, con esa sabiduría infinita, contestó:
“No hay una razón para amar, porque el amor es así. En este lugar solo existe el amor, y ese amor es eterno. Ama con el corazón y el alma, y este siempre vendrá a ti. No temas a la oscuridad; ella puede acercarse a observar, incluso intentar asustar, pero jamás podrá tocarte. Tú lo sabes.”
En ese instante, una paz indescriptible me inundó. Sentí que esas palabras eran la verdad más profunda que jamás había escuchado. Lucy me abrazó, y en ese abrazo entendí que el amor, el verdadero amor, es lo único real.